Proyecto de clase con María de los Angeles VILASAU, profesora,

James School of Language, San Sebastián de La Gomera, España

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Milan Kundera, La Ignorancia, Capítulos 7-11

segunda reducción, (de 2223 palabras a1577), Corregida 24/11/2000

 

Capítulo 7

Irena conoció a Gustaf cuando era viuda de Martin. Gustaf era del mismo año de Martin, y eso le animó a cortejar a su bella esposa mucho más joven.

Gustaf veneraba a su madre muerta, tenía dos hijas ya adultas y vivía permanentemente fuera de Suecia, separado de su mujer. Irena tenía dos hijas, también a punto de independizarse. Gustaf le compró un estudio a la mayor y encontró en Inglaterra un internado para la pequeña, de modo que Irena podía acogerle en su casa.

Las mujeres no veían a tiempo que la bondad de Gustaf era para defenderse no para cortejarlas. Solo era capaz de vivir con los cuidados de las mujeres, pero no soportaba sus artemañas. Su extrema bondad era parte de su estrategia de retirarse inadvertidamente.

Esa bondad había desconcertado a Irena. No podía recompensarle de otro modo que enarbolando ante él su deseo. No había conocido el placer del amor antes de encontrar a Martin. Luego había dado a luz y huyó a Francia con la segunda en el vientre. Poco después Martin murió. Pasaron penosos años. En carteles y portadas de revistas en los quioscos, las mujeres se desnudaban, las parejas se besaban y los hombres se exhibían en calzoncillos. Ella se sintió apartada de todo esto. Conocer a Gustaf había sido toda una fiesta. Por fin un hombre apreciaba su cuerpo, y le pedía compartir la vida con él. En medio de este encantamiento su madre la había sorprendido.

Sin embargo, empezó vagamente a sospechar que él no buscaba en ella una aventura, sino un descanso, y que su cuerpo era menos tocado de lo que se merecía. (de 26 renglones a 18)

Capítulo 8

La revolución francesa dio la luz al Emigrado. Exactamente doscientos años después, el comunismo en Europa se extinguió y retiró al Emigrado de la escena europea. Eso puso fin a los sueños de emigración, un producto extremadamente original del subconsciente colectivo. Durante esta época tuvo lugar el primer regreso de Irena a Praga. Hacía mucho frío, pero al cabo de tres días llegó el verano precozmente. Como no se había llevado nada sino su traje de chaqueta grueso, fue a comprarse un vestido de verano. Volvió a encontrar los mismos tejidos y los mismos cortes que había conocido en la época comunista. No eran feos, ni estaban mal cortados, pero le recordaban la austeridad en el vestir de su juventud: Provinciano, sin elegancia. Acabó por comprar un vestido propio de una maestra de pueblo y se lo llevó puesto, con el traje de chaqueta en una bolsa. Salió a la calle donde hacía un calor excesivo.

Se encontró inesperadamente ante un espejo y se quedó atónita. ¡No era ella, era otra persona! Sin embargo, sí era ella, pero viviendo la vida que hubiera tenido si se hubiera quedado. Como si al principio de su vida adulta, hubiera tenido ante sí varias vidas posibles entre las que eligió la que la había llevado a Francia.

Se apoderó de ella el pánico de sus sueños de emigración. La fuerza mágica de un vestido la había aprisionado en una vida que rechazaba y de la que no sería capaz de salir: Como en una camisa de fuerza.

Corrió asustada a casa de Gustaf para cambiarse. De nueva en su traje de chaqueta vió que el cielo ya se había cubierto. Sólo unas horas de calor le habían gastado aquella mala pasada. Tales sueños y sus trampas la seguían siempre a punto de aprisionarla. (de 26 renglones a 20)

Capítulo 9

La epopeya de Ulises contiene la curiosa contradicción de que los ítacos habían conservado muchos recuerdos de Ulises, pero no le añoraban. Ulises había sufrido de la añoranza sin acordarse de nada. La memoria, para funcionar bien, necesita de un incesante ejercicio. Los recuerdos deben ser evocados en conversaciones. Los ítacos habían siguido haciéndolo, como lo hacen los emigrados en colonias de compatriotas. Ulises e Irena no toparon con compatriotas y cayeron en la amnesia. Ulises había languidecido mucho, pero la añoranza no intensifica la memoria, sino que se basta a sí misma. Es absorbida por su propio sufrimiento.

De vuelta a Ítaca, los cortesanos abrumaron a Ulises con todo lo que recordaban de él antes de que se fuera, y con lo que había ocurrido durante su ausencia. Ulises esperaba que le pidieran que contara sus aventuras, pero nunca lo hicieron.

La esencia de su vida la encontró en sus veinte años de adanzas por el mundo. Sólo contándolo pudo reencontrar ese tesoro. En Feacia había sido un extraño misterioso al que se pide espontáneamente que cuente sus historias. Ulises había ido contando y reconstruyendo sus aventuras. En Ítaca era una de ellos y a nadie se le ocurrió pedirle que contara. (de19 renglones a 16)

Capítulo 10

Para celebrar con una fiesta la recuperación de la amistad, Irena había recogido nombres medio olvidados, reservado una sala en un restaurante y comprado viejo burdeos para sorprender a sus invitados.

Sus amigas se sintieron incómodas con las botellas y proclamaron su preferencia por la cerveza, poniendo en evidencia lo que las separaba. La rechazaron tal como había regresado después de tantos años. Irena lo consideró como una manera simpática de sincerarse y recordó que la cerveza es la bebida de la sinceridad. Las mujeres derrochaban buenos consejos y elogiaban a Gustaf. Brindaron a la salud de Irena, la hija pródiga.

Había sido una inocente jovencita y ahora había regresado hecha una mujer madura con una vida difícil tras de sí. Quería hacer lo que fuera para que ellas la aceptaran con sus experiencias y sus ideas. Había organizado ese encuentro como punto de partida. Que bebieran cerveza le daba igual, lo que le importaba era conseguir que la escucharan.

Pero esto se probó imposible. Las mujeres hablaban todas a la vez y era casi imposible entablar una conversación, y menos aún imponerle un tema.

Había perdido la costumbre de tragar abundantes cantidades de líquido. Cuando se llevaba la jarra a la boca y se esforzaba por beber dos, tres tragos de golpe, una mujer, la mayor de todas, le dijo que no se esforzara y le propuso que tomaran juntas vino, porque era una tontería perderse un tinto tan bueno. (de 28 regla a 18)

Capítulo 11

Irena ya había reconocido a Milada, pero sólo ahora, cuando cada una tenía su copa de vino en la mano, pudo hablar con ella. Milada había sido colega de Martin. Daba la impresión de no haber cambiado. Dijo empáticamente que el regreso nunca era fácil. Irena replicó que las demás no comprendían que se hubieran marchado sin la menor esperanza de volver y que hubieran intentado arraigarse donde fueron. Habían vivido como en un túnel sin ninguna esperanza de llegar al fin.

Cuando Milada había replicado que había sido lo mismo a su lado del telón de acero, Irena le había preguntado por qué nadie quería saberlo. Milada reaccionó diciendo que había rectificado sus sentimientos porque la Historia no los había autorizado. Cuando Irena continuó su letanía de decepciones que había vivido, Milada la había interumpido diciendo que la gente hasta bien poco se había peleado por probar quién había padecido más. Si la gente la había respetado, había sido porque había visto a su lado a un hombre rico. Tener éxito se había convertido en el tema.

Las mujeres habían vuelto acercárseles y habían reclamado que tendrían que probar el vino. Eso había evocado en Irena aquel sueño de emigración con las mujeres corriendo hacia ella con jarras de cerveza en la mano, y con el terror de no estar en Francia sino en Praga. Había podido deshacerse de la pesadilla porque ya no habían bebido cerveza sino vino, y habían brindado otra vez más por la hija pródiga.

Las mujeres la habían avasallado con preguntas sobre recuerdos anteriores a su emigración aparentamente para comprobar si había recordado lo mismo que ellas. Nadie se había interesado por lo que ella había intentado contarles, lo que le había dejado la impresión de que estaban intentando hilvanar su antiguo pasado con su vida actual. Como si le hubieran amputado las pantorillas y le hubieron unido las rodillas a los pies.

Sin embargo las mujeres habìan empezado a cantar, y, una vez terminada la fiesta, habían seguido cantando.

En la cama, Irena dio un repaso a la velada. Las mujeres del sueño estaban al servicio de la policia secreta y tenían orden de capturarla. Se preguntaba en que servicio estaban las mujeres durante aquella velada.

Aunque Milada se había mostrado amistosa, tampoco Milada se había interesado por ella.

Pensaba también en Sylvie, su amiga francesa. Le habría gustado contarle su viaje y la dificultad del regreso. Quería decirle que era posible volver a vivir entre las checas a condición de que todo lo que había vivido con los franceses lo pusiera en el altar de la patria y le prendiera fuego para que se hiciera puro humo durante una ceremonia sagrada con las mujeres cantando y bailando alrededor de la hoguera, levantándole sus jarras de cerveza y perdonándole su ausencia. (de 52 renglones a 35)

última lectura Tuesday, November 21, 2000 06:58:11 AM