Mi Carta de Viaje Nº 3

San Sebastian de La Gomera, 21 de marzo de 1997

Queridos Amigos:

Finalmente llego a esta tercera carta de viaje. Inmediatamente después del regreso de Chile me he mudado de Hermigua a San Sebastian de La Gomera, al lado más caliente de esta isla, porque estaba harto del frío de allá: El calor del verano chileno era tan saludable y gozoso.....

El viaje no solamente fue lleno de éxito, sino también, durante este viaje, poco a poco, abandoné la idea de encontrar un lugar en el mundo para quedarme como antes en París o Holanda. El espectro, de ser como Ahasverus, el judío errante, me retuvo hasta hace muy poco de la conclusión inevitable de mis observaciones acumuladas de los últimos años: ¡No hay un tal lugar para todo el año en el mundo!

Pero, que no me adelante, déjame contar de Chile primeramente y dejamos los altibajos de la vida emotiva al fin de esta carta. He disfrutado del paisaje, de la gente y del clima, y, en consecuencia, me he sentido tan feliz y fuerte que soportaba ligeramente el contratiempo más serio de no poder encadenarme al Internet, mi flotador para momentos de soledad.

En la primera parte de mi estancia visité en Chile Central los ciudades Curicó y Talca, unos 300kms Sur de Santiago, y sus alrededores correspondientes de la costa y de la cordillera de Los Andes. Eso es un aspecto muy típico del clima de Chile, los tres climas en cada región: El de la costa, muy suave; el de la cordillera con nieve para hacer esquí; y el de las ciudades del valle entre las montañas de la costa y de Los Andes con mucho calor porque casi no hay viento. Uno podría hacer esquí por la mañana, y por la tarde tomar sol y bañarse en la playa con un viaje de sólo 150kms.

Por allí, en el mes de Enero, hay un clima mediterráneo; una copia perfecta del mes de Agosto al Sur de Francia que me encantaba ya desde siempre: sus viñas, su abundancia de sandías, duraznos y todas las frutas de verano, dando aroma al aire. Y su aspecto total. Creo que ésta experiencia fue el bálsamo para aceptar esta conclusión inevitable: Estos lugares paradisíacos no existen durante todo el año.

Después tomé rumbo al extremo Norte de Chile, a las fronteras con Perú y Bolivia. Ésta es la región del desierto Atacama, el desierto más seco del mundo. Me quedaba en Arica, una pequeña ciudad 700kms al Norte del Trópico de Capricornio. Es decir que el sol se encontraba verticalmente sobre mi cabeza al mediodía. Pero hay oasis preciosos y agradables.

Hice el viaje en autobús muy confortable. Este servicio en Chile está muy bien organizado. Pagué casi 7000Pts por este viaje de 30 horas y 2300kms, incluyendo tres comidas, que no tomé por mi régimen. ¡Claro!

Arica es un oasis de la costa, dónde sopla un viento ligero y permanente del Sur-Oeste que hace que no haya temperaturas más que 27 o 28 grados en la sombra de los parques, en los cuales me sentaba a menudo por la tarde para leer o escribir. Las mañanas eran demasiado frescas para sentarse afuera (14-17 grados), y por eso, me daba un buen paseo. Después de las nueve, sentarse en el sol es muy agradable hasta las once. Me pareció que era un clima ideal por los meses Octubre y Noviembre, la primavera Chilena, cuando hay frío y lluvia en Chile Central. También por el otoño Chileno.

Después de Arica iba viajando con trayectos pequeños al Sur. Visité Iquique, que me gusta aún más que Arica por su carácter más elegante y más ciudadano. 

El viaje pasó por un desierto sin ningunos árboles ni agua potable. Para la minería se han quemado casi el total de los bosques chilenos. Actualmente se arrepienten y hay programas de reforestación. Pero hay pequeños oasis con agradables playas insólitas.

A 1500kms Sur de Arica, el desierto empieza paulatinamente a perder su aspecto brutal. La zona de transición comienza. Poco a poco se puede ver pequeñas plantas en rincones protegidos. Otros 200 o 300kms más al Sur aparecen cactáceas y finalmente juníperos y cedros, permitidos por un aumento de la pluviometría de cero en el Atacama hasta 60mm por año en la región donde crece el cedro. En la zona de cactáceas hay un fenómeno muy espectacular en Septiembre. Este paisaje árido se transforma en una escena única y sorprendente, y de brillante colorido, en que las semillas, bulbos e insectos que permanecen ocultos bajo la tierra, brotan a la vida con una exuberancia sobrecogedora: es el llamado Desierto Florido.

Finalmente llegué a la región de Santiago donde tomé el avión después de cuatro semanas de calor saludable. No he visitado cosas de puro interés turístico porque fijaba la atención en el clima y otros aspectos para pasar posiblemente una temporada total por allá. 

El Internet, en Chile, está en pleno desarrollo, pero para un viajero, así como en alguna otra parte del mundo, no es fácil, porque se cuenta con una línea propia. Además, el modem de mi portátil era caprichoso. Por eso, me faltaba toda conexión por correo electrónico. Fastidiosamente, el primer día ya, se estropeó mi receptor de onda corta, dando a este viaje un aspecto aún más solitario y aislado. Pero, la gente en Chile es tan agradable y abierta, que estos inconvenientes eran compensados en gran medida.

Además, resultan unos amistades prometedoras en diferentes lugares que, cuando vuelva otra vez, harán pequeños oasis de intimidad en ese país tan grande y totalmente desconocido en mi primer encuentro.

Y eso de La Conclusión Inevitable se ha vuelto en un concepto muy feliz. Digiriendo dificultosamente la imposibilidad de llegar a recrear ni París ni Eindhoven, y del abandono total de aquel deseo muy íntimo, brotó el concepto de quedarme en el otro país que gozaba de saborear hace muchos años: El Sur de Francia. Una vez exonerado de la preocupación que sea un solo lugar, volví a sentirme libre de nuevo. Voy a vivir allá por el verano solamente en una casa muy confortable para brindar la ocasión a mis familiares y mis amigos de visitarme más fácil y de recibirlos con toda hospitalidad. Así desquitarme por las habitaciones humildes y mi vida aislada por el resto del año. Pero eso merece una otra carta de viaje.

Cordialmente, Gérard 



© 1997 G.H.A. van Eyk, escritor itinerante.