Mi Carta de Viaje Nº 4

San Sebastian de La Gomera, 8 de mayo de 1997

Muy amigos míos:

Son los últimos días en La Gomera. Estoy preparándome para mi estancia en el Sur de Francia durante el verano. Haciendo las maletas; eliminando lo que se ha incrementado innecesariamente; recordando lo que ha ido ocurriendo desde mi llegada a Hermigua el Octubre pasado, y aún más, desde Octubre 1994, mi llegada a España; aspecto imprescindible de despedirme de un lugar amado.

Imprevistamente vi un hilo muy distinto en mi autodesarrollo como 'español-hablante', marcado por dos profesoras y un profesor. Es como he llegado a una plataforma y puedo permitirme una mirada retrospectiva a esa tarea persistente y sin interrupción.

Al fin del primer año fue Merché quien que me ha abierto la boca para desencarcelar todas las palabras acumuladas en el curso del primer medio año. Solía utilizar solitariamente esos métodos intuitivos por cintas magnetofónicas, fundando ni más ni menos que un buen sentido para la 'melodía' de este idioma. Fue una avalancha de palabras que eché sobre Merché quien, con tanta paciencia, siguió ayudándome a canalizarla en frases más o menos cultivadas durante el verano de 1995. Nació mi capacidad de conversar, y Merché fue como una comadrona.

Pasé la temperada siguiente desarrollando esta cualidad, ensanchando mi vocabulario, tratando de leer periódicos para entender la vida cultural y política desde el punto de vista de mi nuevo país y de memorizar los verbos irregulares.

Llegó el verano de 1996. Llegó el curso de verano en la universidad de Alicante. Llegó la confrontación con Miguel Angel, explicándome ya en los primeros minutos que no sabía nada de la gramática. Además aprendí en el acto que entendía muy poco, ya que Miguel Angel despiadadamente siguió hablando como una ametralladora. Anunció que, en el Grupo Superior, donde me habían seleccionado por mi prueba de tipo test, no valdría la rapidez adaptada. Fui yo el que recibí la avalancha esta vez. 

Ahora me despido de María Angeles después de seis meses de cooperación cumpliendo exactamente treinta meses de estudio perseverante. Hemos continuado el perfeccionamiento empezado en Alicante. Ha destacado el escribir de cartas. Cartas a amigos de correspondencia adquiridos por el club de la tercera edad de la radio, y amigos encontrados en Chile, Alicante o de otra manera. Cartas formales a organizaciones también. ¡Y esta carta de viaje! Fue una avalancha de cartas sobre María Angeles. 

Hemos seguido deliberando sobre la idoneidad de ciertas palabras que había escrito, matizando frases para simplificarlas, corrigiendo errores gramaticales, y puliendo textos. Total, nació mi capacidad de escribir. Más como a una comadrona, como a Merché, recordaré a María Angeles como una guía que andaba detrás de mí, pacientemente preguntando a intervalos: ¿Has visto? ¿Ves que estas haciendo? Así fomentando mi autonomía en el paisaje lingüístico.

Habiendo llegado a esta plataforma, merezco una pausa. No hay peligro de regresión por algún tiempo. Puedo suspender la vigilancia y la pena incesante. Seguiré leyendo ligeramente libros y periódicos españoles. Tendré paciencia para que se abran nuevos caminos a mi meta final: Lo de hablar y escribir espontáneamente español culto, y de estar bien al corriente de la cultura y política del mundo español. Diciéndolo más específico: como un bachillerato de primera. ¡Vamos a ver!

En el ínterin, en el Sur de Francia, hay vacaciones, amigos, hijos y nietas para visitarme. Será una oportunidad excelente para evocar mi francés. Ya me he puesto en contacto con una profesora. Con eso, espero que pueda terminar con la mezcolanza irritante que me sale de la boca cuando cambio de español a francés o a la inversa. Me parece una meta alcanzable. Como cambio fácilmente entre inglés y alemán.

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Otra cosa que necesitaba mi atención las últimas días era la declaración de la renta y pagar impuestos. El año pasado, en Alicante, cuando pagué impuestos en España por primera vez, me había sorprendido ya este acontecimiento que merece ser citado en guías turísticas. En un país de tan mala fama por sus trámites burocráticas es un fenómeno curioso que uno declare y pague impuestos en menos de una hora. Había un cordón de mesitas, instaladas sólo para esta temporada de pagar, tripulado por ayudantes bastante expertos y serviciales quienes rellenaban para el cliente el formulario borrador. (Estás, de verdad, atendido como un cliente importante). Un par de minutos más tarde, te ofrecen la declaración definitiva por duplicado, producida por el ordenador, esta dios-ex-máquina de la oficina moderna, y te invitan a firmarla. Puedes pagar la suma debida, calculada por el mismo ordenador en la caja de la Hacienda o de tantas otras maneras. 

Aquí, en San Sebastian de La Gomera, fue esencialmente lo mismo, pero, de no ser una ciudad tan grande como Alicante, no había una cola de más de cien personas una hora antes de la abertura de la oficina, ni un ambiente ligero, bromeando sobre la eficiencia pretendida cuando las puertas se abrieron tardíamente, ni mozos vendiendo café y otro bocadillo, como si pagar impuestos fuera una fiesta. Por aquí fueron llegando una decena de personas no más que quince minutos antes, y la puerta se abrió a las nueve en punto. 

Dentro de la oficina se habían puesto unos empleados invitando a los 'clientes' a sentarse para ayudarlos; todo en el mismo ambiente amable y experto que conocí de Alicante. Ya que había pagado en efectivo, salí completamente listo de la Agencia Tributaria ¡al cabo de menos de una hora! Jamás he arreglado mis impuestos tan rápidamente.

Por lo menos, es lo que creí. Una vez en casa, hojeando los papeles que me han dado, crecían dudas sobre su corrección ya que encontré hojas destinadas a la Agencia. Volví. Antes de entrar a la oficina, había preparado cuidadosamente frases españolas para explicarles mis dudas, pero, al entrar, la jefa me notó al instante y gritó aliviadamente: "¡Aleluya!". Vi otras caras aliviadas y contentísimas mirándome. Pareció que ya me habían tratado de localizar por la policía, ya que, sí, había pagado, pero ¡les faltaban los documentos!. No hay más grande pecado para una Agencia Tributaria que recibir pagos sin justificación. Creo haberlos dejado un poco más felices.

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Dentro de poco saldré de La Gomera. Con mi coche y el total de mis bienes que caben en ocho maletas. Antes de quedarme en Francia para el verano, pasaré por Alicante y Holanda para visitar parientes y amigos. Como escribí en mi última carta de viaje, tuve que abandonar mi ideal de un sólo lugar para todo el año. Pasaré el verano en Francia y el invierno en Chile. No hay planes fijos para la primavera y el otoño. La Gomera me parece apropiada. Este viaje es la primera etapa del plan. Estoy lleno de optimismo. Esperad la próxima carta para ver como se desarrolla, o escribidme. Voy a responderos ¡Palabra!

Os saludo cordialmente, Gérard 


© 1997 G.H.A. van Eyk, escritor itinerante.