Mi Carta de Viaje Nº 5

San Sebastian de La Gomera, Domingo el 26 de octubre de 1997

Muy amigos míos:

Han sido semanas muy ocupadas las últimas. Las próximas, con el viaje a Chile, con una estancia breve en Holanda tan fría, serán también ocupadas. No obstante, me siento serenamente en un banco, bajo el sol agradable de Las Canarias. Siendo mi panorama El Teide en la otra isla: Tenerife. Os escribo mi quinta carta de viaje. Pensando en vosotros me da inspiración.

Directamente después la salida de mis hijos, hubo mi última semana en Francia, exigiendo mi atención para dejar la casita de mi amiga bien ordenada por la última vez. Ha comprado otra casita donde me quedaré el próximo año. Mis hijos y mis nietas vuelven a pasar sus vacaciones porque les había gustado mucho pasar las vacaciones juntas. Fue un éxito de verdad; mis nietas son tan cariñosas. 

Hubo en seguida el viaje a Holanda para arreglar algunos trámites y, acontecimiento mucho más agradable, para festejar mi 68 cumpleaños con amigos.

Volví por un par de días a Francia para ayudar a la mudanza de mi amiga. A continuación me encaminé a Alicante, para visitar amigos, y a Cádiz, para embarcarme para Las Canarias con el coche. Por desgracia, no pude entrar en Alicante porque la misma mañana había habido una gota fría extremamente fuerte causando cuatro o cinco muertos. Me enteré de ello por el radio de a bordo. Brevemente pude visitar a Rita y a Juan y a Roger y Janine. Salí de la ciudad tan siniestrada al mismo día. En camino para Cádiz, traté de visitar al azar a mi amiga de correspondencia en Alhama de Murcía. Pude ver la ciudad muy bonita, como María ya me había escrito, pero ella estaba de viaje.

Llegué a Cádiz dos días antes de la salida, esperando que sirviera para acaparar billetes, los cuales no había podido reservar. Pero no hubo otro remedio que esperar el desarrollo de los acontecimientos. Habían dicho que había una lista de espera abriéndose el Sábado a los dos de la tarde. ¡Eso de la lista de espera misteriosa! Me habían contado ya tantas historias. Era fácil, era horrorosa, era mafiosa. Para mayor seguridad me dirigí a la oficina a las cinco de la madrugada. ¡Era el tercero! El resto del día debimos defender nuestra posición. Mi tercera posición era bastante segura, porque nos habíamos conocidos ya del aparcamiento donde estaban esperando ya algunas docenas coches para Tenerife. Pero durante la mañana venían individuos y pequeños grupos pretendiendo que tenían listas, las suyas, más importantes o poderosas que nuestra cola en la puerta de la oficina. Sin embargo, vencimos. Éramos los primeros cuando se abrió la ventanilla a las dos. Con eso, nuestra cola se hizo 'oficial' porque el empleado nos inscribió en el orden de nuestra cola.

Pero el misterio no se había resuelto aún. Desconocían todavía el número de los lugares no ocupados. Tampoco conocían el resto de la lista de la semana pasada que, según la murmuración, debía ser considerable a ver que solamente cuatro coches habían sido admitidos. Seguían viniendo a la taquilla personas defendiendo, a veces con éxito, sus prioridades. Seguían viniendo también las murmuraciones. Después de mirarlo bien, había sido un día bastante nervioso cuando finalmente, a las cuatro y media, toqué mis billetes: una hora y media antes de la salida.

Felizmente durante los otros días, al haber comprobado que no había otro remedio que esta maldita lista, estuve de turista en esta ciudad tan hermosa y interesante que es Cádiz. Escribí cartas y arreglé cosas en mi administración muy descuidada por las semanas tumultuosas.

¿Qué traerá el futuro? ¿Cómo me irá el nuevo "concepto de 30 kg" substituyendo el "concepto de las ocho maletas y un coche" del año pasado? Aunque es un concepto ya nacido ésta primavera, seguía preocupándome por todo el verano: ¿Qué debe dejar, vender o tirar a la basura? ¿Qué es el conjunto ideal para viajar los años por venir? Ya sabéis que es el casi total de mis posesiones.

Eran altibajos agudos con momentos en que me encontraba quejando: ¡Qué pena de separarme de tantas cosas queridas! Por supuesto, la liquidación final de mi casa en Eindhoven, en Mayo, lo fomentó a veces.

Sin embargo, gradualmente se notaba la consciencia feliz de que estaba despojándome de la complejidad de la vida, un deseo muy íntimo que ya había cultivado inconscientemente desde hace ya mucho tiempo. Por fin, estaba realizando este sueño.

Físicamente el "concepto de 30 kg" se compone de dos maletas del modelo con ruedas, conocido por estar aceptado como equipaje de mano en los aviones. En la primera traigo lo esencial, incluido el portátil. Este conjunto básico, que pesa unos 14 kg, ya lo conozco desde algunos años como mi bolsillo del pantalón.

Para la segunda había previsto algunos libros, un poco más de ropa, una impresora, un módem de reserva, un buen diccionario y otras comodidades. Para mi decepción resultó que esas cosas electrónicas dominaban por su peso y su volumen. ¡No habría más ropa ni más libros! Sí, había más libros, pero son los manuales pesados para estas máquinas 'ligeras'. Esos, y los transformadores para la alimentación, eran los culpables. Se me había escapado esta realidad de la 'electrónica ligera'. Los viajeros para los cuales han diseñado estos aparatos ligeros, vuelven a sus casas para consultar los manuales y cargar sus baterías; a diferencia del viajero de permanencia como yo.

Sin embargo, para viajar más ligero he comprado un nuevo portátil para reemplazar el otro. De verdad, eso es lo más pequeño y ligero del mercado. Pero, hasta ahora no he conseguido resolver los problemas de la instalación. Todavía no puedo recibir ni mandar correo electrónico con el pequeño. Si los problemas siguen, me veo obligado a abandonarlo hasta Mayo. Vamos a ver. Mañana voy a visitar a un especialista en Valle Gran Rey para ayudarme.

Fue un día muy tranquilo. ¿Será por ser el primer día de hora de invierno? No salen más las cuentas: El sol no sigue más nuestro reloj. Probablemente necesitamos silencio para adaptarnos. Por la semana, este barrio suburbio puede ser bastante ruidoso. ¡Hoy no! A pesar que se veía mucha gente muy ocupada con trabajos de bricolaje en su casa --esto me parece un deporte nacional-- o trabajando en su tierra, era un día muy silencioso.

Esta mañana he comenzado a escribir esta carta afuera. Cuando el sol estaba más alto, me quedé en casa. Me he dado, como distracción, unos paseos durante el día. He vuelto de sentarme afuera para las últimas frases. Era un placer escribiros, reflexionando con tranquilidad y distancia sobre las grandes actividades del pasado reciente y del futuro próximo. Me encuentro en el oasis entre los dos. Espero que vosotros hayáis disfrutando también este primer día de hora de invierno y que vayáis leyendo esta carta con la misma serenidad con que la he escrito.

En un par de días habrá de nuevo actividad. Daré los últimos toques a las dos maletas, dejaré algunas cosas, como el coche, en La Gomera y tomaré rumbo al aeropuerto y al Chile. Está bien así. Estoy satisfecho con la vida como es.

Os saludo cordialmente, Gérard 



© 1997 G.H.A. van Eyk, escritor itinerante.