Mi Carta de Viaje Nº 9

República de Chile, Cauquenes, el Domingo el 22 de febrero de 1998

Muy amigos míos:

Esta carta será la última viniendo de esta región. En un par de semanas me voy al Norte. Pronto las mañanas y las tardes se harán demasiado frío. Ya estoy despidiéndome de esta ciudad. Despidiéndome de mis amigos de aquí aun más. A ellos dedico especialmente esta carta.

-¿Qué se destacó?

-¿Qué deseo guardar en mi memoria?

En las dos cartas que escribí en esta ciudad había temas que no tenían nada que ver con la ciudad. Eran temas más generales como la política e historia de Chile. Sí, la búsqueda de una conexión en Internet, por aquí, fue muy típica y destacó por sus nuevos sucesos una y otra vez. Basta por ahora. 

Lo que me gustaba, y lo que voy seguramente guardar en mi memoria, son mis paseos, muy disciplinados, cada mañana por la ciudad mirando a la gente, las calles y las casas. Sobre todo iba absorbiendo la atmósfera de lo cual es difícil escribir. Para contaros de eso, más valiera haber tomado miles de fotos, o haber filmado en permanencia. Pero he aquí, la autodisciplina de sólo dos páginas de palabras. A veces esta autodisciplina es dura. 

Pasado lunes, por ejemplo, visité a la señora Teresa en Pilén, para ver su trabajo de loza. Para esta ocasión había sacado del fondo de mis maletas la pequeña cámara que llevo para hacer una reportaje para una amiga en las Islas Canarias que escribió un libro sobre este arte desapareciendo: El arte de hacer loza de uso corriente. Hoy día eso se hace solamente para decoración o como recuerdo de turismo.

Para ella, nacida y criada al fondo de la Isla La Gomera, en un pueblo de la misma reputación que Pilén, había previsto este reportaje. Yo también tengo lazos sentimentales con esta producción. Los padres de mi madre tenían tal manufactura por generaciones. De niño, visitando la casa de mis abuelos, me gustaba mucho jugar con el barro. Mis propios niños conocieron el barro solamente en el ambiente estéril de una escuela de párvulos, mientras mis recuerdos son llenos de abuelos, tíos y primos trabajando en su taller en el campo de aquel entonces. Se reían de nosotros, los 'primos de la ciudad', adonde mis padres se mudaron. Sin embargo, me enseñaron hacer varios juguetes. Esos recuerdos se avivaron cuando tomé el barro en mano para rehacer las juguetes de entonces. 

Después de las fotos, en la tarde, hemos dado un paseo para visitar a otras productoras. Al fin de eso paseo, imprevistamente, nos tropezamos con una 'trilla a yegua'. ¡Qué escena! Dos jinetes en galope grande, gritando, latigueando, excitando y ojeando diez yeguas en un círculo no más grande que veinte metros.

¡Cómo lo sentí de no tener más fotos! Pero, a la segunda vista me di cuenta que, para tal escena, unas fotos no pudieron bastar. Debiera rodar una película, grabar el sonido, los olores, el ambiente y todo. A la tercera vista me calmé: "There is no substitute for the real thing", como dicen los ingleses: "No hay reemplazo para la realidad".

Notad bien que la trilla a yegua, como la loza de Teresa, eran de uso cotidiano. Id a recordarlo, cuando en veinte años, o antes, eso se haya convertido en un fenómeno turístico con la muchedumbre, las cámaras y toda otra maquinaria de esta industria. Soy bastante feliz de no haber tomado fotos. Mi corazón lo ha grabado más rico y más completo. Es como el zorro dijo al Principito en la libreta famosa de Saint-Exupéry: "Lo esencial es invisible a los ojos".

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¿Qué recordaré de la ciudad misma? He dado paseos cotidianos, explorando especialmente sus bordes y sus salidas al campo. Hay cuatro rutas grandes. No hay paseos en el verde. Los ciudadanos son cerrados del campo por las casas y los terrenos privados. No consideran el campo contiguo como sus pulmones verdes y, por eso, como su derecho constitucional. Son obligados a disfrutar 'el campo' a gran distancia, como los santiaguinos. ¡Mientras que viven 'al campo'! 

El interior de la ciudad es bastante monótono por sus calles derechas cruzándose rectamente; con sus bloques cuadrados típicos, como en todas las ciudades que veía en Chile, Sí, hay dos parques cuadrados hermosos. Sí, es muy practica esta estructura. Me han dicho que estos diseños vinieron, todo derecho, de las oficinas de los Reyes en Toledo en España. Por eso, esta estructura está envuelta en una atmósfera histórica-cultural que me da gusto a experimentar. Pero no bastaba.

Hay dos aspectos que hacen el centro más digno de verlo: La gente, especialmente en los días de feria cuando veáis los mercaderes profesionales y tantos campesinos con productos de su propia huerta los cuales no venden los mercaderes. Llevan, en pequeñas cantidades, brevas, higos, moras, peras y manzanas del campo, especias finas y parecidas. Los productores grandes llevan enormes cantidades de sandía, de melón escrito o calameño, de melón tuna y de cebolla, cuyas pilas iban tipificando la feria. La ciudad está de fiesta esos días.

El segundo aspecto que seguía fascinándome es muy curioso. ¡Es invisible! Podría ser mi carácter o mi eterna ansia para saber el "¿Qué está ahí dentro?" No sé. Originalmente, como mandan Los Reyes, los interiores eran las huertas de la ciudad, pero con la pacificación del campo, perdieron esta función. Por lo poco que los he percibido, soy seguro que son aun más interesantes que la ciudad visible. Aproveché cada oportunidad para observar los interiores. Hay pocas posibilidades. Por lo demás son terrenos privados muy bien cerrado por los edificios del contorno. Hay entradas públicas como sitios para aparcar tal como cuadrados bastante abiertos. Los cerrados, felizmente, tienen agujeritos, grietas, puertas entreabiertas y vistas desde el interior de edificios calando profundamente en los cuadrados misteriosos como el de mi habitación en Carrera Pinto o el de Hotel Maule. Estos agujeros para espiar han evocado, y iban agudizando, mi deseo secreto del volar sobre los cuadrados como un angelito quedamente volando sin rumbo, observando y disfrutando sus interiores tan lúdicos como los exteriores son estrictos y rigurosos: Como Los Reyes mandan. 

Lo precedente no es para postular que todos interiores sean bonitas. ¡Ni mucho menos! A primera vista ya podéis notar que varios tienen el orden de una basura descuidada o son sencillamente feos. Notad que hablo de los cuadrados que podéis apreciar libremente. En esta clase hay también objetos bonitos como, por ejemplo, la casa lujosa casi terminada en la Plaza Vieja. No, mi deseo secreto nació en situaciones como la del Portal Colonial. Las grietas de la puerta de madera dejaban visibles detalles de árboles de los cuales me he hecho, con un poco fantasía, un parque privado como un jardín de Edén: Silencioso, fresco y puro y, así y todo, muy cerca del centro. Al lado podéis ver, por un pasillo estrecho en medio de una parte delantera de tiendas variadas, un terreno muy abierto y limpio con una sola villa. No podéis ver el total y aún menos podéis andar en torno porque el pasillo es aislado por una puerta de hierro. Eso agudizó aún más mi deseo secreto.

Y para terminar visitamos la fachada de Balmaceda 652, bien cuidada y blanca, sin otra decoración que sola una puerta grande. Una joya en si misma, rigurosa y pura, pero misteriosa por su ubicación. Una vez, la puerta está entreabierta. Me permití la curiosidad de acechar a dentro: ¡Era como una finca del campo! ¿Entendéis porque preguntaré a San Pedro de dejarme volar a la tierra por una vez? Sí, para visitar Cauquenes La Misteriosa.

Os saludo cordialmente, Gérard 



© 1998 G.H.A. van Eyk, escritor itinerante.