Mi Carta de viaje Nº 14

Yzerfontein (Surafrika), martes, 29 de febrero de 2000

Queridos Amigos,

Ya parecía desde el pincipio un pueblo de mala muerte en la coste Atlántica a unos 85 km al Norte de Ciudad del Cabo. Después de cuatro semanas de vivir en mi casita frente al mar no puedo más que confirmarlo: Es así. No vas a encontrar Yzerfontein en tu mapa. Posiblemente sí la ciudad unos 80 km más al Norte, Vredenburg. Es más grande, hay dos supermercados. Era el centro de la pesca de la ballena.

Por aquí no viven más que trescientos habitantes originales y permanentes, pero hay muchas casas de lujo de fin de semana de personas que vienen del interior del país. Eso explica su tranquilidad fuera del verano. Vivo directamente al mar. Aún más cerca que el apartamento en San Sebastián de La Gomera, pero sin la diferencia de altitud. Frente a mi casita hay un césped ligeramente inclinado de unas diez metros y después unas veinte metros de rocas bajas donde vive una colonia de golondrinas de mar y otras aves bonitas que gritan y hacen mucha caca. Hay mejillones frescos que cosecho durante marea baja. Hay una higuera en mi jardín que defiendo contra los pajaritos para obtener mi porción de higos frescos. Unos minutos a pie a la derecha, por un sendero por las rocas, comienza una playa muy larga, como conozco en Fuerteventura. Se llama 16 Miles Beach. De verdad, puedes andar 25 km al Norte sin encontrar pueblo. Bastante idílico, ¿Verdad?

Pero Yzerfontein no va a ser un pueblo de mala muerte por mucho tiempo. Muy pronto se hará ciudad de mala muerte o región de mala muerte porque los inversionistas lo han descubrierto y sus planes para el desarrollo son muy claros. En todas partes se ven solares, carteles de los corredores de fincas y casas en construcción. -- "Solamente villas y bungalows de gran lujo", me dijo la señora presidente del consejo municipal, "No hay edificios de apartamentos ni turismo en masa, ni hoteles".
-- "¿Ha visto nuestras actividades para la infraestructura? ¿La iluminación de la calle? ¿Las aceras?"

Efectivamente había visto por doquier faroles, bordes de la acera y tubos de alcantarilla y actividades para ponerlos. Incluso en los sectores con carteles solamente. Una noche muy tranquila y bonita, sentado en mi césped frente al mar y gozando el cielo densamente estrellado, ya me había imaginado la presencia de la iluminación de la calle y la desaparición del resto de las pequeñas estrellas que había divisado gradualmente. Era un firmamento único. No dije nada porque ella se imaginaba el progreso y la subida de los precios de venta y yo la pérdida de mi paraíso de solamente una vez.

-- "Tendremos mucha luz en los calles. Ya sabe, hay mucho crimen en nuestro país, mucho crimen. Debemos ofrecer a la gente un lugar seguro", continuaba la señora presidente, pero yo ya no le escuchaba.

Antes de llegar a Yzerfontein me alojé en Stellenbosch por una semana después de haber pasado una semana en Ciudad del Cabo. Stellenbosch es considerado como la capital del vino. Es a unos 150 km de aquí, al interior, pero en nuestra región también hay mucha viña. Mucha viña nueva, porque las inversiones aumenten llamativamente. Este distrito, por su brisa fresca del mar parece aportar cualidades que no tienen tanto las viñas del interior.

En Ciudad del Cabo, para informarme, hice algunos excursiones clásicas y turísticas para aclimarme. Después participé en unas excursiones trans-culturales, que me afectaron mucho. Visitamos los barrios del apartheid, donde, hasta hace unos años, un blanco no podía hacerse ver estando a salva. Pero, hoy día, zumba de actividad positiva. Se llaman proyectos de empowerment, algo como apoderarse. Hay pequeñas empresas, hay proyectos privados y subvencionados para que las clases desfavorecidas antes ganen competencia para los puestos sociales y económicos que se abren de repente para ellos. Puestos retenidos durante tres siglos. Forman 64% de la población, pero tenían solamente los puestos más bajos. El apartheid brutal durante los últimos 50 años les negaba todo formación intelectual, social o profesional. Pero lo que más me ha tocado el corazón es el optimismo, la vitalidad, la energía y sobre todo la ausencia de rencor.

Después de las visitas escribí unos textos analíticos en inglés que había prometido a los guías y a la gente de los proyectos para darles retro-alimentación. En tales proyectos la formación intelectual, social y personal confluyen. Se forman una nueva coherencia social y una nueva cultura que ya se llama African Renaissance. Escribiendo estos textos me di cuenta como lo que he observado y vivido era imponente, grandioso, conmovedor y, a veces, atemorizador, porque las tensiones raciales ya están grandes a pesar de los esfuerzos emocionantes de mantener una atmósfera de reconciliación. Con tal dolor residual del apartheid, una erupción irreflexiva ocurre fácilmente y podría encender otras. Ojalá las heridas se hayan cicatrizado lo suficiente a corto plazo.

En el llamado supermercado, que no parece que será aprovisionado otra vez antes del verano próximo, es decir Navidad 2000, se vende, sin embargo, un periódico, a veces dos, cada día. El periódico regular es Die Burger en afrikaans, el otro es Cape Times en inglés. Para mi no hay prensa internacional, porque mi acceso al Internet, estando a 30 km, basta apenas para enviar y recibir correos y poner al día mis sitios web. Estando fuera del alcance de las radioemisoras FM de Ciudad del Cabo, no tengo más que dos radioemisoras AM, una en Afrikaans y otra en inglés. Desafortunadamente estas no emiten música aparte de sus aires distintivos. A fin de cuentas, eso es que me falta más, escuchar una sonata de Mozart, por ejemplo, de cuando en cuando.

Afortunadamente, los dos periódicos y los radioemisoras AM me dan mucha información detallada. Sigo atentamente las cartas al editor. En la radio hay sobre todo tertulias y programas de entrevistas con mucho intervención de los oyentes. Los temas no son fútiles, a veces verdaderamente valientes cuando tocan asuntos penosos como el racismo residual, la violación (el porcentaje más grande del mundo) y la SIDA (también el porcentaje más grande del mundo). Por eso, además de las noticias y de los editoriales me entero de la opinión del ciudadano de a pie. Para compensar la falta de la prensa internacional sigo los programas de la onda corta en mi radio poderosa de bolsillo. Con eso puedo alimentar mi alma de terrícola, enterarme de las visiones desde otros rincones del mundo: No puedo vivir con la información de una cultura única.

Se ha probado que entiendo el afrikaans, lo que es derivado del holandés del siglo XVII. También entienden bien mi holandés cuando hablo muy claro y despacio. Se parece mucho al Flamenco rural. Sin embargo, la ortografía es muy extraña. Los Flamencos han mantenido la ortografía original y hay pocas diferencias entre el holandés y el flamenco escritos. El afrikaans escrito, por mucho tiempo, fue descuidado: finalmente era solamente un idioma hablado. En 1915 se introduja una nueva ortografía con una extrema utilización del principio fonético. Como el español por ejemplo, pero aún más extremo. Por eso, la imagen de la palabra resulte totalmente extraña. A veces necesito pronunciar la palabra en voz alta para captar su significación. Habiendo superado estas dificultades iniciales, se abre una cultura muy típica e inaccesible de otra manera. A veces los dos periódicos y emisoras parecen hablar de países distintos.

Los vinos son buenos y baratos. La estructura de la producción se parece mucho al sistema francés: Muchas empresas pequeñas que producen su propio vino. Una viña de unas 70 hectáreas es considerada como económicamente óptima para permitirse su propio bodega y laboratorio. También hay cooperativas y empresas de vinificación que compran las uvas. Pero no hay grandes empresas integradas como en Chile que tienen en propiedad viñas como el total de la región de Stellenbosch. El embalaje es más diverso que en Francia o España. Además de las botellas burdeos, se ve también mucho una botella africana con un cuello típico. Se ven botellas ligeras, así como para limonada. Aún no he visto vino en lata como Coca Cola, pero esta idea no parece lejana. Pero típico africano es el vino en cartón. No nuestro modelo de un litro para los vinos más baratos. Son modelos de 2, 3, 5 incluso 8 litros provistos de un grifo. En su interior hay un bolsillo que se encoge y por eso el vino no tiene contacto con aire. Efectivamente es mejor que la botella y el cartón normal: una vez abierto el aire comienza a disminuir la calidad. Es también mejor que los envases de cristal de 3, 5 o 8 litros tan populares en Chile para vinos de calidad elevada. En los supermercados he visto otra curiosidad. Los bolsillos con grifo contenidos normalmente en un cartón de ocho litros, se venden también sin cartón con una pegatina sencilla del contenido. Aparentemente la gente utiliza una estructura permanente.

Total, es un país interesante y excitante. Esperamos que este país se incorpore a la comunidad continental africana sin más masacres y haciéndose una joya en nuestra comunidad mundial.

Con saludos cordiales desde este paraíso de solamente una vez, Gérard



© 1999 G.H.A. van Eyk, escritor itinerante.