Mi Carta de viaje Nº 15 San Sebastián de La Gomera, domingo 8 de avril 2001 --"¡Hello, Gerrard!"
Me muestra una lista con nombres y números de teléfono de mis relaciones en Holanda y España. Todas las repuestas son correctas, pero todavía no saben por qué estoy en Australia. Por eso, ella me pregunta otra vez.
De nuevo medito hondamente y, de repente, se me ocurren Irena y Tony, la pareja de Australia que encontré en Chile hace unos años y les había dicho que podría venir un día a Australia.
Poco antes de entrar la enfermera, de repente había notado que me encontraba en una cama de hospital. ¡Un hospital! ¿Qué hago aquí? Estaba despierto y creía estar completamente consciente. Miraba TV, una entrevista con la escritora de Harry Potter, recuerdo. ¿Cuánto tiempo? Posiblemente ya horas, ¡o días!. Miré bajo las mantas. ¿Estoy herido? ¿Me falta brazo o pierna?, me pregunté quebrantado. No, a ver, ¡todo está O.K! Me tomó algo de tiempo reconocer mi propia ropa, pero no llegué más lejos. En mi mesita de noche había una carpetita con el menú del día de Wongan Hills Hospital. ¡Nunca lo había oído nombrar!
--"¿Me han robado?", pregunto.
Continúa el ritual que reconocí: la tensión arterial, la temperatura, el comprobar de las pupilas con una linterna y debo darle un pellizco en los brazos para probar mi coordinación.
"We care for you", "We care for you", hace eco en mi cabeza. Me relajo.
Otra enfermera entra.
Entra un agente de policía. 'Constable 10195 of the Western Australia Police Service', dice su tarjeta de visita. Las enfermeras le han informado de que estoy reponiéndome. Entretanto unos fragmentos de recuerdo han emergido y se hacen coherentes. Efectivamente, un noche había desembarcado en Perth. Había alquilado un coche en el aeropuerto y, de repente, también el Hotel YMCA, donde ya llevaba una semana, emerge de la nada. Se lo digo. Eso le ayuda. Se disculpa por un momento, debe llamar. Resplandece cuando vuelve. Ha llamado al hotel ¡y todo cuadra!
Su actitud reservada ha desaparecido. De repente es cordial como las enfermeras. Lleva un mapa y me explica pacientemente dónde estoy, dónde está mi coche, dónde debe haber pasado 'algo'. Debo haber rozado una Yucca y seguido adelante. Una enfermera, más tarde, me pinta una Yucca: ¡ningún reconocimiento!
Poco a poco recuerdo detalles. Cómo había decidido quedarme en Perth seis semanas, en el YMCA hotel. Cómo salí, esa mañana, para un paseo por el Swan River Valley, el distrito del vino. No había utilizado mi coche en toda la semana. Había acumulado casi 700 kilómetros gratis y me alegraba poder hacer algunos paseos bonitos en los amplios alrededores. Al mediodía había comprado agua y algo de fruta para comer en un pueblo. Pero en este punto mis recuerdos se paran. Nadie sabe nada. La historia recomienza con Trevor Cullen, un mecánico en un pueblo apartado, a quien pregunto el camino. Me encontró confuso y tomó medidas para que llegara al hospital del distrito.
Veinticuatro horas más tarde me dan de alta. ¡Todo O.K.! Pasando por el garaje de Trevor, donde está mi coche, vuelvo a Perth. Reconozco los rostros del día anterior. Gente muy cordial. Me entero de más detalles. Y --nada es casual-- Liz Cullen, su mujer, había nacido en Eindhoven y como Liesje Heyboer de cinco años, emigró a Australia con su familia.
Eso pasó una semana después de mi llegada. Los días siguentes me extrañaba a veces de la fragilidad de nuestra vida. Sin embargo, vivimos, seguimos viviendo. A veces también me preocupaba el dolor de cabeza: ¿Puede ser esto una conmoción cerebral o una consecuencia peor? Pero me tranquilizó atribuirselo a los vinos malos de Australia y al escribir mucho en esta pantalla demasioda pequeña.
¿Qué más?
Ya estoy de vuelta en Europa, en La Gomera, desde jueves pasado. No hubo retraso, sino entre Madrid y Tenerife, pero eso no puso en peligro el último ferry del día. Ignacio me abrazó en el muelle a las nueve y media de la noche. Había llegado bien después un viaje de cuarenta y una horas. Pero llegué sin la maleta con todas mis posesiones. No me preocupó mucho las primeras veinticuatro horas, eso ya me había pasado antes. Pero el viernes por la tarde comencé a encarar una posible renovación de todas mis cosas: nuevo ordenador, ropa y tal sería fácil, pero algunos documentos y cosas queridas me daban escalofríos: mejor que la maleta vuelva. Felizmente llegó el sábado al mediodía.
Entre Singapore y Londres, el trayecto más largo, de trece horas, tenía dos vecinos 'zombi'. Se habían barricado detrás de sus auriculares y sus walkmans: ¡Ininterrumpidamente! ¡Sin remedio! Pero el DVT, el deep vein trombosis, vino en mi ayuda. Había una película de instrucción que explicaba el fenómeno y aconsejaba moverse más. Así es que, se formaban pequeños grupos en los corredores transversales cerca de los servicios haciendo gimnasia. Allí encontré a Robert.
Así, en los corredores transversales, estuvimos hablando, haciendo genuflexiones como muñecas articuladas, como un ballet dirigido por Una Mano Invisible.
Cariñosamente, Gérard
* Herbert A Simon, Public Administration in Today's World of Organizations and Markets, Political Science & Politics, Dec 2000. Disponible en mi diario http://www.van-eyk.net/gerard/ & http://perso.wanadoo.es/gerard.van-eyk
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